Desde que soy más consciente de mi diálogo interior (sí, ese que nadie más tiene, el que constantemente me está dando consejos, haciendo apreciaciones o advirtiéndome de los innumerables males que me acechan) (¿a que a ti no te pasa?), me sorprendo a mí mismo pensando en el «por qué» me ha sucedido ésto o en «por qué» he actuado de tal modo… Cuando hago esto caigo en la cuenta; ¿qué estoy haciendo? Sencillo, estoy buscando las causas, los motivos, de esos acontecimientos. Busco en el pasado las razones de mi proceder, busco en el pasado las razones para sentirme así.
Preguntarnos «por qué» nos proyecta a un tiempo anterior, y automáticamente instala a nuestra mente en modo búsqueda de razones, de justificaciones. ¿Alguna vez has solucionado algo en el pasado? Yo tampoco, desde luego.
Te invito a preguntar a alguien que está indignado con alguna situación que ha vivido por qué esa indignación. Seguro te dará una lista de motivos que justifican, razonablemente o no, ese enfado.
Como explicaba al principio, al «pillar» a mi mente buscando el «por qué», intento detenerme y cambiar la pregunta. ¿Para qué? ¿Para qué he actuado así? ¿Para qué me ha pasado ésto? Automáticamente el punto de vista cambia y empiezo a proyectar mis pensamientos hacia el futuro.
Seguramente he discutido con esa persona para que me dé cuenta de que debo cambiar tal actitud, o quizá para ser consciente de que esa relación no me aporta nada positivo en ese momento y debo buscar otra vía… O, por poner otro ejemplo, esa desgracia que me ha pasado, ¿qué me está diciendo? ¿Qué debo/puedo aprender de ella? ¿Qué reto me supone para crecer?… Buscar, sí, pero actuaciones de futuro, no justificaciones.
Te invito ahora a que a esa persona indignada de antes le preguntes el ¿para qué? de su estado, de su enfado. ¿Qué le está aportando ahora? ¿Y en el futuro? ¿Cambia su perspectiva? De todos es sabido lo que nos gusta «rumiar» situaciones poco agradables y darles mil vueltas, y recordarlas por un tiempo, y reconcomernos por no haber dicho ésto o lo otro, y buscar mil motivos que nos den la razón… ¿Para qué? Cada segundo de paz mental vale más que todo eso.
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